Viaje a la India IV: tercera visita a la ciudad
En la tercera visita a la ciudad, el plan era ver la fortaleza Golconda. Lo primero que me dijo el conductor fue que me recomendaba contratar a un guía. Disfrutaría mucho más la visita si conocía las historias de la fortaleza, y los guías eran fiables porque eran guías oficiales de una oficina de turismo (o algo así).
Le hice caso al conductor y contraté a un guía, y me alegré mucho de haberlo hecho: aunque el precio fue más alto de lo que yo pensaba, la visita fue relativamente larga (cerca de una hora, puede que más) y la mayoría de las cosas estaban en ruinas, así que realmente no podías disfrutar gran cosa si no sabías qué era cada parte o qué había pasado allí: sin un guía, la visita habría sido simplemente ver un montón de ruinas sin sentido. Además, algunas de las historias fueron muy interesantes, y el guía conocía los mejores puntos para hacer fotos (y también te sacaba fotos). Sin duda, esta fortaleza fue lo más impresionante y bonito que vi en todo el viaje.
Curiosidad número 1: la gente aquí no está acostumbrada a los europeos/americanos (?), y algunas personas, especialmente jóvenes, se sorprendían o incluso se quedaban mirando. Unos chicos dijeron algo sobre sacarse una foto conmigo (al menos eso me dijo el guía después), pero les dio vergüenza y no pararon, y un grupo de chicas le preguntó al guía si podían hablar conmigo, y me preguntaron de dónde era y cosas así. Fue divertido ser tan «exótico» (¡las caras que ponían cuando les decía que era español, y que vivía en Noruega!) para la gente de allí.
Curiosidad número 2: en una parte de la fortaleza había murciélagos (un montón de ellos). Podías oír los gritos y veías que muchas cosas pequeñas revoloteaban, pero no había luz suficiente para distinguir qué eran. Sin embargo, podías sacar fotos con flash, y entonces sí veías que eran murciélagos:
Fue bastante... escalofriante. Al terminar la visita, le pregunté al conductor sobre un parque y un lago que estaba pensando en visitar. La respuesta, de nuevo, fue que no eran nada especial y que no valía le pena visitar esos sitios, y eso me recordó a algo que alguien me contó una vez, sobre que a los asiáticos les gustan mucho las historias, y sólo consideraban sitios turísticos aquellos con historias asociadas o con un valor o significado histórico (por ejemplo, hacían viajar a los turistas durante mucho tiempo sólo para ver una simple piedra, porque la piedra tenía una historia asociada). De la misma manera, no les importaba lo bonita que fuera cualquier formación natural si no tenía ningún «significado» asociado. En aquel momento me pregunté si esas historias eran verdad, y si se aplicaban también a los indios.
A estas alturas me estaba acostumbrando a ver las brutales diferencias sociales de la India, aunque todavía me sentía un poco incómodo con ellas. Y esa misma noche, mientras estaba en el bar hablando con un americano muy simpático que había conocido, un montón de gente de una conferencia que se estaba celebrando llegó de una visita a la ciudad que habían hecho. Una de ellas, una australiana de unos 50 años y visiblemente adinerada, empezó a hablar sobre lo horrible y espantosa que había sido la visita: se había visto rodeada de gente pobre, pidiéndole dinero e intentando llamar su atención, y decía ahora que necesitaba una copa para olvidar la experiencia. Entre el desprecio con el que hablaba y que estaba hablando del Charminar, me imaginé que ésa había sido la primera (y única) visita a la ciudad, lo que me hizo pensar que no exageraba cuando pensaba en la mentalidad imperialista de muchos visitantes ricos, y de que el hotel es un gueto. Lo que a su vez me hizo pensar que la visita habría sido mucho mejor con un local. Vaya pena.
Le hice caso al conductor y contraté a un guía, y me alegré mucho de haberlo hecho: aunque el precio fue más alto de lo que yo pensaba, la visita fue relativamente larga (cerca de una hora, puede que más) y la mayoría de las cosas estaban en ruinas, así que realmente no podías disfrutar gran cosa si no sabías qué era cada parte o qué había pasado allí: sin un guía, la visita habría sido simplemente ver un montón de ruinas sin sentido. Además, algunas de las historias fueron muy interesantes, y el guía conocía los mejores puntos para hacer fotos (y también te sacaba fotos). Sin duda, esta fortaleza fue lo más impresionante y bonito que vi en todo el viaje.
Curiosidad número 1: la gente aquí no está acostumbrada a los europeos/americanos (?), y algunas personas, especialmente jóvenes, se sorprendían o incluso se quedaban mirando. Unos chicos dijeron algo sobre sacarse una foto conmigo (al menos eso me dijo el guía después), pero les dio vergüenza y no pararon, y un grupo de chicas le preguntó al guía si podían hablar conmigo, y me preguntaron de dónde era y cosas así. Fue divertido ser tan «exótico» (¡las caras que ponían cuando les decía que era español, y que vivía en Noruega!) para la gente de allí.
Curiosidad número 2: en una parte de la fortaleza había murciélagos (un montón de ellos). Podías oír los gritos y veías que muchas cosas pequeñas revoloteaban, pero no había luz suficiente para distinguir qué eran. Sin embargo, podías sacar fotos con flash, y entonces sí veías que eran murciélagos:
Fue bastante... escalofriante. Al terminar la visita, le pregunté al conductor sobre un parque y un lago que estaba pensando en visitar. La respuesta, de nuevo, fue que no eran nada especial y que no valía le pena visitar esos sitios, y eso me recordó a algo que alguien me contó una vez, sobre que a los asiáticos les gustan mucho las historias, y sólo consideraban sitios turísticos aquellos con historias asociadas o con un valor o significado histórico (por ejemplo, hacían viajar a los turistas durante mucho tiempo sólo para ver una simple piedra, porque la piedra tenía una historia asociada). De la misma manera, no les importaba lo bonita que fuera cualquier formación natural si no tenía ningún «significado» asociado. En aquel momento me pregunté si esas historias eran verdad, y si se aplicaban también a los indios.
A estas alturas me estaba acostumbrando a ver las brutales diferencias sociales de la India, aunque todavía me sentía un poco incómodo con ellas. Y esa misma noche, mientras estaba en el bar hablando con un americano muy simpático que había conocido, un montón de gente de una conferencia que se estaba celebrando llegó de una visita a la ciudad que habían hecho. Una de ellas, una australiana de unos 50 años y visiblemente adinerada, empezó a hablar sobre lo horrible y espantosa que había sido la visita: se había visto rodeada de gente pobre, pidiéndole dinero e intentando llamar su atención, y decía ahora que necesitaba una copa para olvidar la experiencia. Entre el desprecio con el que hablaba y que estaba hablando del Charminar, me imaginé que ésa había sido la primera (y única) visita a la ciudad, lo que me hizo pensar que no exageraba cuando pensaba en la mentalidad imperialista de muchos visitantes ricos, y de que el hotel es un gueto. Lo que a su vez me hizo pensar que la visita habría sido mucho mejor con un local. Vaya pena.
Comentarios
Sobre lo de que a los asiáticos les gustan las "historias"... ya se lo estás soplando a Roberto Moreno Jr a ver si salimos de la crisis!! Donde no tengamos historia, nos inventamos una!
Como molan los murciélagos! Tendrás más fotos en flickr espero!
Muy buena la frase Chema, me la copio/pego ;)
Chema: gracias :-D Qué frase más buena, me la apunto :-)
mardor: gracias. Sólo me queda un día me parece, aunque igual escribo otro con «conclusiones» y con algunas notas sobre el congreso en sí.