El tío Matt llega a Noruega
Ésta es la primera de una larga^Wserie de aburridas^Winteresantes entradas sobre la vida en Noruega (concretamente, Oslo). Esta primera entrega no es más que una colección más o menos ordenada de anécdotas, aunque para las siguientes espero centrarme centrarme más en algo concreto o estructurado.
Antes de nada, nos ponemos en situación: el centro de Oslo es un lugar bastante pequeño, tanto que a la mayoría de los sitios se puede ir simplemente caminando. A pesar de eso, creo que el transporte público funciona bastante bien. Digo «creo» porque no lo he usado todavía, pero veo pasar tranvías con mucha frecuencia y veo (poca) gente en las paradas. Por otro lado, todo Oslo es bastante grande... aunque su población es un poco mayor que la de Las Palmas de Gran Canaria (¡sólo de la ciudad, no de toda Gran Canaria!).
Lo primero que me llamó la atención es que todo el mundo aquí habla inglés (y en general con buen acento). Además, son muy naturales a la hora de hablarlo, no te miran raro ni parecen sorprendidos. Uno podría sobrevivir aquí sin mucho problema sin saber noruego. Aparte de eso, también me llamó la atención la cantidad de inmigrantes que hay. Y teniendo en cuenta que no es nada raro ver a noruegos morenos, el tópico de que Noruega está lleno de vikingos rubios de 2m salta en pedazos cuando uno llega a Oslo.
Los taxis también me resultaron curiosos. Al llegar a la estación central desde el aeropuerto tuve que coger uno, y me alegré bastante de que pagara la empresa, porque son bastante caros: una vuelta que imagino que habría costado unos 4 ó 5 euros en España me costó 150 coronas, cerca de 20 euros. Lo que me pareció curioso es que están equipados no sólo con el típico taxímetro, sino también con un cacharro que saca facturas automáticamente. En estos casos es bastante cómodo que te den un ticket hecho por una máquina, porque es más rápido, legible y fiable que los que había recibido en España garabateados a mano.
Ya en el apartamento donde me quedaba, me llamaron la atención tres cosas más: tenían un telefonillo de ésos tan incómodos, de teclear un número en vez de tener un botón para cada puerta (aunque todavía no sé si es lo normal por aquí); las luces de las zonas comunes se encendían solas al entrar (¡!); y las cerraduras no parecen iguales que las típicas españolas: no parecen tener un sistema mecánico primitivo y evidente como las que siempre había visto: aquí simplemente giras un poco (no una vuelta entera ni nada parecido), y «mágicamente» la puerta está cerrada. Al principio es bastante confuso, y tienes que comprobar si se puede abrir o no.
Creo que ya he dicho bastantes tonterías, así que dejo para otro día lo de los sitios para comer y los supermercados :-)
Antes de nada, nos ponemos en situación: el centro de Oslo es un lugar bastante pequeño, tanto que a la mayoría de los sitios se puede ir simplemente caminando. A pesar de eso, creo que el transporte público funciona bastante bien. Digo «creo» porque no lo he usado todavía, pero veo pasar tranvías con mucha frecuencia y veo (poca) gente en las paradas. Por otro lado, todo Oslo es bastante grande... aunque su población es un poco mayor que la de Las Palmas de Gran Canaria (¡sólo de la ciudad, no de toda Gran Canaria!).
Lo primero que me llamó la atención es que todo el mundo aquí habla inglés (y en general con buen acento). Además, son muy naturales a la hora de hablarlo, no te miran raro ni parecen sorprendidos. Uno podría sobrevivir aquí sin mucho problema sin saber noruego. Aparte de eso, también me llamó la atención la cantidad de inmigrantes que hay. Y teniendo en cuenta que no es nada raro ver a noruegos morenos, el tópico de que Noruega está lleno de vikingos rubios de 2m salta en pedazos cuando uno llega a Oslo.
Los taxis también me resultaron curiosos. Al llegar a la estación central desde el aeropuerto tuve que coger uno, y me alegré bastante de que pagara la empresa, porque son bastante caros: una vuelta que imagino que habría costado unos 4 ó 5 euros en España me costó 150 coronas, cerca de 20 euros. Lo que me pareció curioso es que están equipados no sólo con el típico taxímetro, sino también con un cacharro que saca facturas automáticamente. En estos casos es bastante cómodo que te den un ticket hecho por una máquina, porque es más rápido, legible y fiable que los que había recibido en España garabateados a mano.
Ya en el apartamento donde me quedaba, me llamaron la atención tres cosas más: tenían un telefonillo de ésos tan incómodos, de teclear un número en vez de tener un botón para cada puerta (aunque todavía no sé si es lo normal por aquí); las luces de las zonas comunes se encendían solas al entrar (¡!); y las cerraduras no parecen iguales que las típicas españolas: no parecen tener un sistema mecánico primitivo y evidente como las que siempre había visto: aquí simplemente giras un poco (no una vuelta entera ni nada parecido), y «mágicamente» la puerta está cerrada. Al principio es bastante confuso, y tienes que comprobar si se puede abrir o no.
Creo que ya he dicho bastantes tonterías, así que dejo para otro día lo de los sitios para comer y los supermercados :-)
Comentarios
Más carne y menos telefonillos!!!!
Bromas a parte me alegra ver que ya empiezas a dar señales de vida.:) Me parece bastante buena la forma de relatar las vivencias según te van ocurriendo. Podrías hacer una especie de diario (que no a diario jeje) contando las cosas según las vas experimentando saltándote las muy privadas (esas ya nos las envías por correo).
Abrazote
P.S.: el tema de los telefonillos, las luces que se encienden por detectores de movimiento y las puertas con cierre en el pomo son de lo más normal (palabra de ex-repartidor de TP).
Espero que te hayas llevado la cámara, quiero FOTOS... de TODO
Espero que ya tengas internet, y nos cuentes cuanto cuesta para poner a caldo a las operadoras de aquí (o no).
Espero con ansias tu siguiente post.
P.D: Me costó pillar lo del Tio Matt, para quien esté despistado: 'Fraggle Rock'
¿Hace frío? ¿Nieva?
Aquí ya ha empezado el carnaval por lo que el ambiente se irá calentando